viernes, 8 de octubre de 2010

Perdiendo amigos

Confieso que a veces, solo a veces, me planteo si no estaré equivocado. Aunque sea muy esporádica la duda existe.  La duda puede, por momentos ser muy angustiante cuando se produce, puede entristecer. Me abruma. O puede, construir pensamiento nuevo, no único ni estático. Más bien elástico.
   No es que quiera filosofar, pero se me aparece por aquí, René Descartes y la frase “Pienso, luego existo”. (Aunque algunos dicen que la traducción correcta es  “Dudo, luego existo”.) En realidad creo que básicamente es lo mismo;  las reflexiones parten desde la duda, en muchos casos.
   Esporádicamente, temo ser objeto de un operativo de prensa Maquiavélico, digno de Joseph Goebbels. Que copta o recluta ilusos. Que convierte en zombis a los televidentes o lectores de sus  perversos medios. Después, me acomodo, encuentro mi eje.
   A menudo pierdo contacto con algunas personas (gente de bien, buena gente, gente que quiero y elijo) pero, algunas veces, me avergüenzo de escucharlos y o leerlos. Ellos como yo nos hacemos las mismas preguntas en silencio: ¿Cómo puedo ser amigo de  este tipo que piensa así? O ¿Cómo puedo ser amigo de este tibiecito, que no es capaz de tomar posición, en este momento tan candente? Esto es cotidiano, habitual, casi diario; me enojo, me irritan; los enojo, los irrito. A mi me gusta ser negador algunas veces, en el fondo creo que mis amigos, aquellos que dicen esas cosas que prefiero no recordar, solo las dicen de contreras
¿Y adonde iba yo con Descartes y toda esta perorata?
   Todo esto lo disparó un editorial que vi de Jorge Lanata. No estoy hablando de un tipo más. Estoy hablando de alguien, que para mi fue durante mucho tiempo, algo más que un periodista. Fue una bandera. Era una referencia obligada durante más de 10 años.
   En el editorial Jorge planteaba, que algunos programas de Tv que miro con alguna frecuencia, tienen una mecánica Goebbeleana, mienten y mienten para que quede algo.
   El gordo dice que nos están enbagayando, que somos imbéciles... quizá si lo hubiera leído hubiera sido distinto... viste como es... ¡pero lo vi! Era un archivo de video. Quizá, Si lo hubiera leído, no me hubiera causado tanto impacto. Porque no es lo mismo leer a alguien a quien alguna vez le creíste ciegamente, que verlo. No es lo mismo que escucharle la voz. La misma voz que me enseño a tener una mirada critica. Y verle los gestos, esos suspicaces que él tiene.
   Tampoco soy inocente. Tengo claro que  Lanata es alguien que se fanatiza con sus posiciones. Inclusive antes de chequearlas. Es decir, primero toma posición y después las justifica. Recuerdo claramente cuando escribió el libro “Cortinas de humo”, estaba enfrentado con todos sus colegas, porque tenía una teoría distinta, a la que sostenían el resto de ellos.
   El libro aseguraba que el atentado a la AMIA, no había sido cometido con un coche bomba. Jorge sostenía que la existencia de la Trafic, era un simple invento. Y se mofaba y hasta agredía a su ex compañero de equipo Román Lejtman.
   Poco tiempo después sintió tanta vergüenza de la teoría descabellada que él manejaba. Que dijo que nunca más iba a volver a hablar del libro. Que había sido un paso en falso y que si alguna vez alguien le preguntaba por la publicación, simplemente no le respondería.
   La realidad es que cuando estas dudas se me disparan, solo encuentro sosiego, haciendo el ejercicio de comparar, que país teníamos hace 7 años y que país tenemos hoy. Cuantas batallas sociales y económicas se han librado. Sin embargo  Lanata dice que soy un imbécil que va rumbo a donde le dicen que tiene que ir.
   Y bue… Escribía casi convencido que terminaría con puntos suspensivos… Este escrito había sido parido para no tener remate.
  Pero, mientras lo escribo, leo algunas informaciones en el Twitter. Las chequeo azorado con amigos. Entro en otras páginas de internet. Y todos coinciden en lo mismo. Jorge Lanata está arreglando su arribo a Clarín. Lo están haciendo cautelosamente, porque intentan ser decorosos.
   Aunque el traspaso al “Gran diario Argentino” no se produzca, es lo mismo, da igual. La decepción es como el ridículo, de ahí no se vuelve.


   Se que nunca me pedirás disculpas por tratarme de imbécil. Si ni siquiera fuiste capaz de hacerlo con tus ex empleados de “Critica Digital”, menos lo harás conmigo
   ¡Lanata ex amigo, que Dios, la patria y Barbarita te lo demanden!!! 

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